El discurso político
No
es fácil caracterizar la especificidad del discurso político. Una primera
dificultad es que lo político y lo ideológico, dos de sus rasgos fundamentales,
pueden encontrarse en casi todo tipo de discurso. Verón (1987), al señalar que
existe una serie de dificultades en el intento de describir lo que es el
discurso político, sugiere que al abordar la caracterización de un tipo de
discurso, se deben trabajar simultáneamente los niveles que a continuación se
enumeran:
a)
En primer lugar, lo que se trata de conceptualizar no es nunca un discurso,
sino un campo discursivo. Esto implica que lo que se trata de construir no es
una tipología de discursos, sino una tipología de juegos de discurso. Desde un
inicio nos vemos confrontados con el análisis de procesos de intercambio
discursivo.
b)
En segundo lugar, y en consecuencia, la definición de un “tipo” supone la
definición de una serie de variantes del mismo, que no son otra cosa que
diferentes estrategias dentro del mismo juego.
c)
En tercer lugar, la descripción de intercambios discursivos implica que
trabajamos en diacronía: los intercambios ocurren en el tiempo y una misma
estrategia varía a lo largo del tiempo. Por lo tanto, aun en el plano de la
caracterización de una estrategia discursiva, se nos plantea el mismo problema
de diferenciar un “núcleo” invariante y un sistema de variaciones.
d)
En cuarto lugar, los diferentes modos de manifestación de un cierto “tipo” de
discurso no pueden ser dejados de lado: los discursos sociales aparecen
materializados en soportes significantes que determinan las condiciones de su
circulación: la escritura de la prensa, la oralidad de la radio, etc. Es
evidente que no podemos analizar de la misma manera los discursos políticos que
aparecen en eso diferentes medios.
La
descripción de un “tipo” supone la descripción de múltiples estrategias, de
procesos de intercambio, de variaciones de cada estrategia a lo largo de un
proceso discursivo, de modificaciones de las estrategias según el soporte
significante.
De
acuerdo a Verón, es necesario diferenciar, a través de esta maraña de niveles
que se interdeterminan, lo esencial de lo accesorio, lo que es específico del
discurso político de lo que no lo es, vale decir, los elementos que constituyen
el “núcleo” del juego discursivo político, de aquellos elementos que pueden
manifestarse en dicho juego pero que aparecen también en otros juegos de
discurso que no son el político.
En
la actualidad, otra cuestión que debe tomarse en cuenta en relación con la determinación
de lo que es un discurso político es la función de los medios de comunicación.
Como
se pregunta Bonnafus (1998) “¿Existe hoy en día algún discurso político ‘puro’
que no pase por los medios de comunicación?”. Ella señala que en realidad muy
pocos, por eso trabajar sobre el discurso político hoy, es casi siempre como
trabajar sobre el discurso “filtrado” (en el sentido de Chomsky) por los medios
de comunicación y tener en cuenta por lo tanto su lógica comunicacional.
Además,
hablar de discurso político supone necesariamente que existen discursos que no
son políticos, lo cual presupone ciertas hipótesis sobre una tipología de
discursos sociales, tipología que no existe todavía. Sin embargo, podemos
reconocer en la bibliografía existente sobre el tema dos tipos de concepciones
sobre lo que es el discurso político:
a)
Concepción restrictiva (en sentido estricto o institucional). “Es el discurso
producido dentro de la ‘escena política’, es decir, dentro de los aparatos
donde se desarrolla explícitamente el juego del poder” (Giménez 1983: 126).
Así, son ejemplos del discurso político, en sentido estricto, el discurso
presidencial, el de los partidos políticos, el de la prensa política
especializada, el discurso emitido por los medios electrónicos en ciertos
momentos y, en algunos casos, el magisterial, el del ejército y la policía.
b)
Concepción extensiva. La diferencia con la anterior es que se basa en un
concepto ampliado de “la política”, que da cabida a aquellos discursos que, si
bien no son emitidos desde los lugares institucionales donde se da el juego del
poder, tienen una intención política; es decir, tienen como objetivo incidir en
las relaciones de poder existentes. En esta concepción, el discurso de la
disidencia sería también considerado como discurso político.
Aunque
actualmente no existen caracterizaciones del discurso político que tomen en cuenta
todos los niveles antes señalados, sí se han determinado algunas características
formales del discurso político:
a)
es un discurso que no se dirige tanto a convencer al adversario, como supone la
retórica tradicional, sino a reconocer, distinguir y confirmar a los
partidarios y atraer a los indecisos;
b)
es un discurso estratégico, en la medida en que define propósitos, medios y antagonistas;
c)
manifiesta propiedades performativas, lo que significa que quien lo sustenta no
se limita a informar o transmitir una convicción, sino que también produce un
acto, expresa públicamente un compromiso y asume una posición;
d)
tiene una base esencialmente polémica: la enunciación política parece
inseparable de la construcción de un adversario;
e)
es un discurso argumentado que se presenta como un tejido de tesis, argumentos
y pruebas destinados a esquematizar y teatralizar, de un modo determinado, el
ser y el deber ser políticos ante un público determinado y en vista de una
intervención sobre este público.
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